El pasado 8 de julio de 2025, Maureen Slough, de 58 años, tomó una decisión que desencadenaría una tormenta emocional para sus seres queridos. Con un plan cuidadosamente mantenido en secreto, convenció a su familia de que se iba de vacaciones junto a una amiga a Lituania. Pero su verdadero destino era otro: Suiza, para someterse a un suicidio asistido.

Ocultamiento y confesión parcial
A sus allegados les vendió la versión de un viaje de descanso. Sin embargo, dos amigas supieron la verdad: Maureen viajaría sola y su propósito no era vacacional.
Al día siguiente de partir, su hija, Megan Royal, recibió un mensaje a través de WhatsApp de una de esas amigas. En ese mensaje le informaban que Maureen había fallecido por suicidio asistido, y más tarde, que sus cenizas serían enviadas.
Reacción familiar: dolor y cuestionamientos
La familia expresó su consternación. Según declaraciones recogidas, sostienen que Maureen no estaba enferma en fase terminal ni padecía una condición irreversible que tradicionalmente se asocia con la eutanasia o el suicidio asistido legalmente aceptados.
Uno de los puntos más controversiales que levantaron fue que la organización suiza encargada del procedimiento, Pegasos, habría utilizado documentación que presuntamente fue falsificada para autorizar el proceso.
Debate ético y legal
El caso abrió múltiples interrogantes:
- ¿Cómo se verifica la autenticidad de los documentos cuando una persona decide este paso?
- ¿Cuál es el umbral legal, médico y emocional para autorizar el suicidio asistido?
- ¿Qué responsabilidad tienen los seres queridos cuando no son informados?
En muchos países, el suicidio asistido está permitido solo bajo ciertas condiciones muy estrictas (enfermedad terminal, sufrimiento insoportable, evaluación psicológica). Que una persona no terminal opte por esto y no lo comunique plantea muchos dilemas éticos. No todos los sistemas legales contemplan la posibilidad de la eutanasia o suicidio asistido para quienes no están en fase terminal. Aquí, la falta de transparencia a la familia ha agravado el impacto emocional.
Conclusión reflexiva
La historia de Maureen Slough subraya lo complejo del derecho a la muerte digna: el equilibrio entre autonomía individual y el deber del entorno de proteger, acompañar, comprender. Se muestra el peso de los silencios y de los secretos en decisiones irreversibles.
El sufrimiento interno, incluso cuando no haya diagnóstico terminal, puede llevar a medidas drásticas. Pero también visibiliza la urgencia de mejorar los marcos legales, los acompañamientos psicológicos y el diálogo familiar abierto, para que nadie deba tomar un camino tan decisivo desde las sombras.

