Lo que bien se disfrutó, así sea breve, jamás se olvida. Existen amores que cuyo recuerdo aún nos deleita, por aquellos besos atolondrados, estas pequeñas caricias que nos llenan de muchas ganas y miradas que hablaban por sí solas. Son todos esos recuerdos que nos hace sentir vivos por el simple hecho que nos hicieron sentir completos.
El cerebro trabaja por asociaciones, lo que hace que nos devuelva del arcón de la memoria ya que nunca es exacto y suele descartar muchos detalles para poder quedarse con la esencia. Es agradable saber que existe algo que le agrada, son esos pequeños momentos felices.
Por eso, es importante tener en cuenta cada detalle que nos hace teletransportarnos a esos buenos recuerdos. Sin duda, lo bien disfrutado en un momento específico de nuestras vidas, ya que integra en nuestra memoria emocional de forma significativa solo si nosotros analizamos esta vivencia como algo que trasciende y se convierte en una energía positiva.
Creamos o no, no es tan sencillo. En especial si se habla de relaciones afectivas. Porque en muchas ocasiones, lo que duró poco dejó como resultado largas temporadas de lágrimas.
Entonces, ¿por qué no quedarnos con lo positivo de estos recuerdos?
Lo que bien fue disfrutó merecer tener un aprecio especial
Al momento, de alcanzar el bienestar pleno y el máximo potencial personal que cada uno tenemos, todos hemos de dejar a un lado el pasado ya que es irrelevante para el presente. Por el aquí y por el ahora.
Todos somos recuerdos, somos el sabor de aquel primer beso, ese olor del pastel que tanto nos gustaba de nuestra abuela y esas lágrimas derramadas a escondidas en cada decepción vivida. Pero, antes de ponerte en la búsqueda de esa pastilla mágica para borrar los malos recuerdos, lo mejor es aceptarlos.
En pocas palabras, lo que bien se disfrutó deber ser apreciado y lo que no se gozó tanto merece verlo desde otra perspectiva de lo aprendido. Toma aire y que cada error sea ahora tu mejor aprendizaje.