Como ya lo hemos hablado la educación de los hijos es un tema difícil de tratar, esto se debe a que muchos solos factores que intervienen durante el proceso, uno de ellos la forma más conocida por todos, la autoridad.
A pesar de que jamás haya existido un manual que explique de manera detallada cómo ser buenos padres, existen criterios que son válidos y funcionan durante la crianza.
Uno de ellos, y el más conocido, es la autoridad que deben ejercer los padres ante los hijos. Aunque con el pasar del tiempo este concepto ha ido cambiando, es el que mejores resultados ha dejado.
La autoridad que ejercen los padres, antes lo hacían de otra manera. Son múltiples los casos donde el hijo obedecía porque solo debía hacerlo y ya. Este es un tipo de autoritarismo donde el niño solo respeta por temor a alguna consecuencia.
Por lo que, para que el niño hiciera caso, los padres empleaban otras estrategias que iban desde la amenaza hasta los golpes físicos. Aquí es donde aparece el castigo como eje principal en este esquema de crianza.
Hoy en día, se puede ver que se aplica totalmente todo lo contrario. Son diversas las quejas que crecen por una visible falta de autoridad por parte de los padres. Esta autoridad no llega a ser reconocida por muchos de los hijos y puede que se aplique por temor por los padres.
Tanta es la magnitud, que hemos llegado al punto en donde se habla los padres maltratos y los hijos dictatoriales.
La autoridad y la crianza de los hijos
La normas son muy importantes para poder adquirir responsabilidades y tener límites. Estos nos generan estabilidad.
Son los padres los que están a cargo de los niños, quienes debes hacer que se cumplan las normas establecidas. Muchos no lo hace por negligencia alguna, antes que por convicción o deber. Imponer límites exige un esfuerzo mayor.
Por defecto, los niños son caprichosos. Por lo que, es necesario hacerles entender que no pueden hacer y obtener lo que quieren cuando sea. Las cosas deben ganárselas con mucho esfuerzo y que muchas veces estas no llegan.
A un niño pequeño se le debe enseñar que debe obedecer porque él es el niño y quien esta a su cargo es el adulto. Por esta razón, debe acatar lo que se le manda, sin que sea necesario comprender explicaciones.
En niños más grandes se puede ejercer la estrategia del diálogo. Donde se analiza el porqué de las normas, pero también para que puedan entender que no son negociables.
La familia debe estar enfocada en un solo ritmo impuesta por los padres, ya que son los responsables y adultos. Porque si un niño quiere hacerlo de manera diferente, debe convertirse en adulto y ser capaz de responder por él mismo.
Mantener y establecer autoridad puede que genere muchos conflictos. Los niños son personas que aún no han formado criterio alguno. Estos quieren hacer solamente lo que les genere satisfacción.
Por lo que, en este nivel, los límites les causan frustración y piden llevar a las consabidas rabietas. Así que algunos padres que están cansados por las batallas que libran entre frentes, ceden a estos ataques.
Por eso, precisamente lo que no se debe hacer porque después para poder recuperar la autoridad perdida será una tarea un poco más complicada que seguir manteniéndola.
Afecto y cercanía es un sustento de este tipo de estrategia
Si se aplica el ejercicio de la autoridad sin cercanía, ni afecto se puede traducir como una acción un poco tiránica. En este caso, lo que se produce es un ejercicio de poder para poder someter y no de autoridad para educar.
Es importante que los padres dediquen tiempo a sus pequeños. Ya sea para hablar, jugar, conocerlos y darse a conocer. Así poder crear lazos de afecto muy fuertes.
Cuando el niño se siente que sus padres son amorosos y están dispuestos a dar lo mejor para aquellos, estarán dispuesto a aceptar su autoridad. Entendiendo que no se trata de un ejercicio arbitrario, sino de orientación para la vida.